14 enero 2010

El narrador de Historias

El narrador de Historias


Joaquín García era un hombre mayor que vivía en un pueblecito a orillas del Mediterráneo llamado “Los Arcos”. El pueblecito era hermosísimo con sus casas encaladas en blanco que constataban con el rojo de sus tejados, la vida en el pueblo podría haber sido apacible y tranquila sino hubiera vivido allí Joaquín García “el narrador de historias” como así lo llamaban sus vecinos. Y es que a Joaquín lo venían a ver de todos los sitios del País par oír las historias que contaba.
Joaquín vivía en una de esas casitas blancas con tejados rojos, lo único diferente a las demás era que tanto sus ventanas como puerta estaban pintadas de un azul como el cielo lo que destacaba con el resto de todas las demás casas pintadas todas ellas de blanco. Algunos decían que Joaquín rondaría los cien años pero ninguno de los habitantes del lugar lo sabía con certeza, siempre lucia unos pantalones vaqueros desgastados pero limpios, con camisas de algodón blancas o a cuadros, en invierno siempre un chaquetón de marinero viejo y limpio. Su pelo blanco y largo, siempre limpio, la cara surcada por mil grietas debido a una vida al aire libre, sus ojos extremadamente azules y vivos cuando miraban a alguien este se sentía envuelto en una agradable calidez, su voz grave y profunda, al oírla cautivaba a todo aquel que lo escuchaba, su boca enmarcaba una línea perfecta que cuando sonreía le hacía ser encantador. Este hombre era “El narrador de Historias” al cual la gente acudía a escuchar desde todos los lugares del mundo.
El día que lo conocí no lo he olvidado nunca, contaba yo con ocho años cuando vino mi padre de uno de sus muchos viajes de trabajo diciendo que había conocido a un hombre extraordinario y que ese fin de semana teníamos que ir a escucharlo. El sábado por la mañana nos despertó a toda la familia a las cinco de la mañana para recorrer trescientos kilómetros y llegar a Los Arcos para escuchar al narrador de historias como así nos dijo que le llamaban en toda la zona.
A las nueve llegamos a Los Arcos y ya era casi imposible aparcar de llena que estaba la plaza del pueblo, por lo menos habrían más de dos mil personas para escucharle y eso en un pueblo tan pequeño era una barbaridad. Al fin conseguimos aparcar, dirigiéndonos a desayunar al único bar del pueblo, cuando al fin conseguimos hacernos un hueco para pedir unos cafés y unos bases de leche vimos a mi padre quedarse blanco al estar al lado de Joaquín, este nos sonrió dándonos los buenos días para luego salir diciéndonos.-No corran esperare a que lleguen.- Su voz me impresiono y dejo atontado mirándole como un bobo, el me acaricio la cara con sus manos llenas de arrugas y a la vez suaves algo que nunca he olvidado.
El día era espléndido con un sol suave como correspondía a aquella época del año, la gente ya se arremolinaba alrededor de la plaza esperando impaciente, hablando entre ellos, algunos era ya más de una vez que habían estado y contaban que había sido la experiencia más enriquecedora que habían tenido, De pronto la plaza enmudeció y el apareció con una camisa blanca metida dentro de unos pantalones vaqueros y calzado con unas cómodas zapatillas deportivas, se coloco en mitad de la plaza y nos dio a todos los buenos días. El comienzo de su primera historia ya engancho a todo el mundo. Comenzó contando de cuando se embarco en un mercante a la edad de veinte años llegando a África donde estuvo a punto de ser devorado por una tribu caníbal, le salvo que les atacaron otra tribu disputándose unos terrenos logrando salvar el pellejo. En su huida le recogió otra tribu que le enseño a reducir cabezas las cuales guardaban como trofeos, consiguió escapar y embarcarse en otro barco llevándole este a los Estados Unidos, donde conoció según el al grandísimo Búfalo Bill alguien del que yo no había oído hablar en mi corta vida. Nos conto de la inmensidad de las praderas Americanas de cómo cabalgo junto al más famoso cazador de Búfalos de todo el Oeste Americano. Gracias a el conoció al famosísimo jefe indio Toro Sentado. El cual sentados en una típica india, fumando la pipa habitual de los indios, nos explico que su nombre era Tatanka Yotaka(“Búfalo que se sienta”) jefe de su etnia los hunkpapas que a su vez pertenecían a una de las siete tribus que configuraban el gran pueblo Sioux , nos conto su gran victoria derrotando al famosísimo General Custer aniquilando al Séptimo de Caballería en Little Bighorn. Se paso siete años cabalgando, cazando y conociendo a otras personas del continente americano, hasta que se harto como dijo él y se embarco de vuelta a su queridísima España.
Nos conto que en un viaje a Granada conoció a un jovencísimo Federico García Lorca y de cómo participaba en las amenas tertulias junto a Dalí, Picasso, Buñuel…narrando anécdotas y vivencias.
Le toco vivir la guerra civil, logrando escapar a dos piquetes de ejecución, uno Republicano y otro Nacional, para luego huir junto a Negrin a Francia, para luego luchar cuando estallo la Segunda Gran Guerra en la Brigada Leclerc liberando a Francia de los fascistas. Historia tras historia estuvimos todo el día escuchándole.
Desde aquel día volví varias veces hasta el día de su muerte al cual acudieron hasta jefes de Estado, pero la verdad es que Joaquín García nunca había salido de Los arcos su pueblo de toda su vida, pero eso a nosotros nunca nos importo, porque era “El Narrador de Historias”….
Fin

Especialmente dedicado para todos aquellos que escriben por placer.

José Manuel Angulo

Zaragoza a 14 de Enero de 2010

1 comentario:

Zayi Hernández dijo...

Me hicistes acordarme de un cuenta-cuentos que solía ir a la universidad...yo me tumbaba en el cesped a oirlo...era grandioso!!!... gracias a él me suspendieron matemáticas y estadistica pero valió la pena...lo mío no era el magisterio...
Un beso