Amelia
Amelia Gómez era una mujer
bastante normal, a sus cincuenta años de vida no aspiraba a otra cosa que dar a
sus hijos una buena educación para que pudieran buscarse la vida con las menos
complicaciones posibles, y para ello lo primero que tuvo que hacer es quitarse
a un marido borracho y maltratador.
Amelia se levantaba todos los días,
de lunes a domingo a las cinco de la mañana para ir a limpiar primeramente a casa
de unos señores y dejarles la comida preparada, eso le ocupaba cuatro horas de
la mañana, las otras cuatro las ocupaba en diversas tareas, desde sacar
ancianos a pasear hasta pasear algún perro al parque. Pero aún así Amelia era
una mujer feliz, su pensamiento era; “Si otros están peor que yo,” con ver a sus dos hijos felices y estudiando
era bastante para ella, y eso que Amelia para sus cincuenta años no era mujer
que estuviera nada mal, si acaso tenía unos kilitos de más, pero eso no le
importaba. Alta con una melena negra que le llegaba hasta la cintura y un
imponente físico, ya que con sus ojos verdes almendrados que destacaban en una
tez morena, era una mujer llamativa, siempre pasaba por una obra a las siete de
la mañana y siempre como cada mañana se llevaba los piropos de José un albañil cincuentón,
hasta una carta de amor que Amelia rehusó por miedo a su anterior fracaso le escribió
el tal José. Pero no penséis que Amelia estaba triste, ella trabajaba mucho si,
pero le compensaba el haberse librado de un marido cabrón, y para ella el
haberse quitado el miedo que le tenía ya era una batalla ganada.
Para Amelia pasaron los años
poco a poco, casi sin enterarse trabajando sin descanso y sin apenas tiempo
para ella, nunca se quejó ni protesto. Lo mejor que le paso fue cuando se
graduaron los gemelos, uno en derecho y otro en económicas, en ese momento
Amelia vio su recompensa a tanto esfuerzo durante años de duro trabajo, y desde
entonces Amelia fue un poco más feliz.
Ahora Amelia ya no trabaja, se
la llevo uno de sus hijos a Canadá, allí vive feliz junto a su familia con dos
nietos encantadores que llenan todo su tiempo. Al otro hijo lo tiene cerca ya
que vive en el norte de Estados Unidos. José el albañil también vive con ellos,
las cartas de amor que le enviaba hicieron su efecto,
“Querida Amelia te escribo
pensando en tu mirada, en tu andar, en la manera
de atusarte el pelo y en la
manera de cómo me sonríes al pasar. Imagino una
vida maravillosa a tu lado, cuidándote,
mimándote y colmándote de atenciones,
imagino una vida amándote a todas
las horas del día, y que para nosotros siem-
pre sea San Valentín.”
Amelia por fin fue feliz en la
vida.
José Manuel Angulo García
Zaragoza 8 de marzo de 2013
A todas las mujeres, que todos
y cada uno de sus días sean el día internacional de la mujer.