20 mayo 2010

MUJERES ENCARCELADAS CON SUS HIJOS

.

Estos impresionantes relatos son los que no se pueden tolerar y son los que se tienen que juzgar.


(PURGAS DE RICINO) La propaganda franquista tapó la crueldad aplicada
por la
represión del régimen a las mujeres republicanas/
El castigo del franquismo sobre las mujeres fue doble. Por “rojas” y por “liberadas”. De una punta a otra de la España sublevada,
se repitieron los mismos métodos de tortura física y psicológica. Se
pueden resumir en tres: las purgas con aceite de ricino para que su fuerte poder laxante depurara su “tóxico interior”, raparlas al cero para censurar su supuesto libertinaje, y la prohibición absoluta de mostrar cualquier tipo de luto a las viudas, hermanas y madres de fusilados. Muchas murieron presionadas para que delataran a sus parejas. Otras quedaron presas en la posguerra. Sin embargo, la
estrategia franquista diseñó un plan para que las únicas víctimas
femeninas que salieran de la memoria del conflicto fueran las monjas, a
pesar de que murieron poco más de 280 religiosas. Unas cifras muy
alejadas, por ejemplo, de las casi 500 mujeres que murieron en la
cárcel de Burgos a manos de los franquistas. Y más lejos aún de las
5.000 reclusas republicanas de la cárcel de Ventas (Madrid), a pesar de
que su capacidad sólo era para 450 personas. Dolores
Ibárruri, La Pasionaria, fue recibida en 1977 de su exilio en Francia
por una auténtica multitud. Entre el público apareció un grupo de
mujeres con un atuendo inesperado y un ramo de rosas rojas. Eran
monjas. ¿Religiosas recibiendo a una histórica dirigente comunista? En
la memoria de estas mujeres pervivía el momento en el que La Pasionaria
las protegió de los ataques de unos milicianos en un convento del
Madrid asediado de la Guerra Civil. La anécdota es de la inacabable
cosecha del poeta comunista Marcos Ana, presente en aquella festiva
recepción.Desde la muerte de Franco, decenas de historiadores
trabajaron para desmontar los mitos históricos de la dictadura. Una
interpretación dirigida por la jerarquía católica que mencionó con
intencionada frecuencia las atrocidades cometidas contra las novicias.
Pese a que, como es obvio, no debió morir ninguna, de una población de
45.000 monjas en 1931, fueron asesinadas 283, según los estudios de
1961 del obispo Antonio Montero Moreno que recoge el historiador Julián
Casanova en La Iglesia de Franco (Crítica). El régimen cultivó una
imagen paternalista sobre las mujeres, a pesar de reservar para ellas
un espacio ínfimo en la vida pública.“Los hijos no importaban”Los
investigadores
han encontrado descripciones sanguinarias. Fernando Obregón ha
documentado la muerte de 116 mujeres en Cantabria desde 1937, cuando la
provincia fue tomada por Franco. “A muchas las mataron sólo porque no
pudieron atrapar a sus maridos que habían conseguido huir a Francia o
estaban en el frente. No les importaba que tuvieran hijos o que
estuvieran embarazas”, resume. Y señala dos casos: una mujer de Los
Corrales fue fusilada pese a tener siete hijos, el menor de 10 años, y
otra, en Puente Viesgo, recibió la humillación de un cura por tratar de
lavar la ropa en el río un domingo. “Le tiró el balde al agua y le
dijo: ¿No sabes que no se trabaja los domingos?”. La humillación
continuó en la posguerra y, en ocasiones, más de una fue expulsada de
su pueblo.Muchas otras sufrieron la tortura de la prisión. Es
el caso de Blanca Brissac, la mayor de las 13 rosas, las mujeres del
penal de Ventas fusiladas en agosto de 1939. Blanca tenía 29 años, no
había ocupado ningún cargo político relevante y “era muy religiosa”,
tal y como describe el periodista Carlos Fonseca, autor de Trece rosas
rojas (Temas de hoy). Fusilaron a toda su familia. Sobrevivió su hijo
Enrique, que guarda la carta que su madre le escribió antes de morir.
En la misiva, Blanca le pedía que no guardara rencor a los verdugos, y
le rogaba que hiciera la comunión bien preparado, “tan bien cimentada
la religión como me la enseñaron a mí”, decía.Las condiciones
de la prisión marcaron a las supervivientes. “A algunas les pusieron
cuñas en las uñas, y les dieron corrientes eléctricas en los dedos y en
los pezones”, cuenta uno de los testimonios recuperados por la ex
presa republicana Tomasa Cuevas. El documental Del olvido a la memoria.
Presas franquistas, emitido en La Sexta, recuperó los recuerdos.
“Hubiera preferido que me siguieran dando palos antes de ver a una
compañera salir para no volver”, describe en aquel reportaje Concha
Carretero .Para Cayetano Ybarra, investigador en Extremadura,
aquellos castigos tenían mucho que ver con la concepción social que el
franquismo tenía de la mujer: “Era un objeto sexual de usar y tirar,
una sirvienta, como la describe Primo de Rivera en las normas de la
sección femenina. Por contra, en el bando contrario, formaban parte del
Ejército”. Esas posiciones enfrentadas explican el salvajismo de la
represión. “El gobernador militar llegó a mandar a las farmacias que
ahorraran todo el aceite de ricino posible. Las pobres defecaban vivas
en mitad del pueblo”, detalla.Pretendientes vengativosLa mayoría eran
atacadas por su relación con republicanos, pero no faltaron las
rencillas personales. Como el caso de Amparo Barayón, esposa del
escritor Ramón J. Sender, fusilada en Zamora por Santiago Vilora, un
pretendiente al que había rechazado en su juventud. En la cárcel, como a
otras mujeres, le arrancaron a su hija de seis meses de los brazos.
“Los rojos no tenéis derecho a tener hijos”, le dijo uno de los
guardianes, según relata Casanova en su libro. No existen números
globales de mujeres asesinadas. En lugares concretos como Zaragoza,
ciudad investigada por Casanova, el desfase entre la represión
practicada por uno y otro bando es importante. En las comarcas
orientales dominadas por milicianos anarquistas, murieron 17 mujeres.
En las falangistas, asesinaron a cerca de 300. Otro recuento
basado en los registros civiles es el de las 65 mujeres maestras
“depuradas” en la provincia de Salamanca. Su posición pública las hizo
un objetivo fácil. El Tribunal de Responsabilidades Políticas dictó el
fusilamiento de Esther Martínez Calvo, maestra de Salas de los Infantes
(Burgos), bajo el siguiente informe de la Guardia Civil: “Envenenaba a
los niños con sus doctrinas y propugnaba por el amor libre”. El párroco
colaboró en el linchamiento: “Su condición moral y religiosa ha sido
del todo negativa. Me aseguran que aún en sus vestidos lleva los
colores de la bandera comunista. En fin, que es una niña de mucho
cuidado”.

1 comentario:

Zayi Hernández dijo...

Ay José, recientemente, no sé si lo vistes, publiqué unos videos que encontré en donde se relata la muerte de tres de las trece rosas y la parte en que se llevan a Victoria y ella llorando ( pues era una niña) aterrada se aferra a la superviviente me partió el alma,Mientras oía en ese relato, como Anita ( que se llama como mi peque)le dice a Victoria que se comporte con valor , sentí que eso es lo que de verdad NADA NI NADIE puede pisotear "la dignidad del que sabe que está en el camino para encontrarse al que va por veredas". Por esas mujeres, por esos hombres, por todos ellos hay que seguir luchando.
Un abrazo.