Aquella mañana cuando sonó el despertador y abrió los ojos sabia doña Paquita que hoy sería un día especial, no era un día como otro cualquiera, aquel veintidós de junio era su ultimo participación como maestra de infantil, ya no habrían mas reuniones con profesores ni padres ni mas preparaciones de clases, y a decir verdad un poco de tristeza la invadió. A su mente acudieron nombres como Alberto, Carlos, Jesús, Leticia, Andrea, Inés y últimamente, Abdala, Mohamadou, madiawa, Awa, Shamia…tantos habían pasado por sus clases que no conseguía recordar a todos ellos, pero todos ellos de alguna manera habían sido especiales. Como todas las mañanas lo primero que hizo fue pegarse una ducha, para luego en bata desayunar en la cocina leyendo el periódico al cual era abonada, el día era precioso, un sol radiante inundaba toda la cocina e invitaba al optimismo, se metió en la boca la ultima tostada y con un suspiro fue al dormitorio, al igual que todas las mañanas hizo la cama primero par luego dejar recogida la cocina antes de marcharse, lo único que cambio aquella mañana fue la elección de la ropa, eligió una blusa blanca de algodón y una falda azul cielo, mientras se vestía recordaba con que cuidado había elegido lo que ponerse en su primer día de trabajo, hacia ya cuarenta años. Salió de casa a la misma hora de siempre, cogiendo el autobús en la misma frecuencia y saludando dando los buenos días a las mismas personas que se encontraba a esas horas cada mañana. A Doña paquita le gustaba siempre llegar pronto al cole para poder charlar disfrutando de un café de la maquina, que aunque malo, a su manera disfrutaban el conserje y ella comentando las noticias de la mañana. Después se dirigía a clase para preparar lo que hacía con sus chicos, hoy no haría falta preparar nada. El último día lo dedicaría a jugar y despedirse de los niños e incluso de los padres que quisieran venir.
Por desgracia Doña Paquita no había podido tener hijos junto a su ya difunto marido, eso no les había impedido vivir una vida llena de felicidad hasta que el murió hacia diez años ya, y como ella siempre decía, todos y cada uno de sus alumnos habían sido un poquito hijos suyos, y todos ellos le habían dejado huella en lo más profundo de su alma.
La mañana pasaba rápida, con cada minuto que pasaba, terminaba una etapa de su vida. Vida que había pasado casi sin enterarse, pasando el tiempo inexorablemente. Eso no le afectaba para nada mujer fuerte y de carácter, sabía que a partir de ese día una nueva etapa le tocaría vivir, y que además viviría como siempre había hecho; plenamente. También el colegio echaría en falta a la profesora de infantil, veinticinco años llevaba en el centro, mujer activa como era había propuesto innumerables proyectos, muchos de los cuales se fueron llevando a cabo a lo largo de los años.
Poco a poco la mañana iba pasando y con ella pasaba la vida laboral de Doña Paquita, la emoción llego cuando casi al acabar la jornada llamaron a la puerta y al abrirla, allí estaban José arquitecto, Laura economista, Enrique electricista, Manuel albañil, Leticia enfermera, Inés primero de la eso, Ernesto, Amelia, Awa, Mohamadou, Shamia, quinto de primaria y detrás de ellos los padres de muchos años atrás mas los actuales, junto con profesores y dirección, con un enorme ramo de Rosas, junto todo su aprecio. El acto fue emotivo, las lágrimas rodaban por las mejillas de todos y todas, y, como siempre Doña Paquita fue la que tranquilizo a todos. Luego llego la calma, y Doña Paquita se fue con el mismo silencio con el que entro veinticinco años atrás, aunque ahora para Doña Paquita empezaba una etapa nueva en su vida, la cual dedicaría a sus dos mayores aficiones; Leer y escribir.
José Manuel Angulo García
Zaragoza a 28 de Marzo de 2011
1 comentario:
Me ha gustado mucho. Pienso que los maestros se merecen nuestro reconocimiento porque hacen una labor muy importante. Besos. Fina.
Publicar un comentario