Andreita y Lucinda en Navidad
Todo era alegría y felicidad en el bosque animado, no era más que un devenir de personas y personajes cantando y bailando ante la proximidad de la Navidad y sin lugar a dudas las mas contentas eran las protagonistas de esta historia que no son otras que el hada Andreita y la niña Lucinda, ellas solas habían conseguido algo muy, muy importante, la unión entre los habitantes del bosque y los seres mágicos. Convocaron a todo el bosque para decidir donde celebrarían la Navidad ese año y entre todos acordaron que se reunirían alrededor de un gran sauce llorón que contaba con más de doscientos años de vida. Andreita y Lucinda se encargaron de repartir los trabajos; a los gnomos les toco el hacer las cintas de colores para adornar el maravilloso sauce, a los fernulian les encargaron la realización de las bolas de colores y a los habitantes de la aldea les encargaron el reunir leña y comida para la celebración. Y así transcurrían los días entre preparativos y reuniones ante la atenta vigilancia de Andreita y Lucinda. Cantando, bailando y riendo trabajaban todos juntos, donde antes había temor y rencor ahora era Paz y armonía. Llego el veintitrés de Diciembre y todos se dispusieron a adornar el gran Sauce, las hadas comandadas por Andreita se encargaron de colocar cintas y bolas en lo más alto del Árbol, mientras por abajo y comandadas por Lucinda se encargaban gnomos, fernulianos y aldeanos. Poco a poco el Árbol quedaba hermoso destacando ante el blanco del bosque los maravillosos colores de bolas y cintas, el remate final llego con el batir de las preciosas alas de las hadas soltando un bellísimo polvo dorado lo que hacía que el Sauce brillara con luz propia. Dando por terminada la decoración, todos se fueron a dormir exhaustos pero contentos y con ganas de que llegara el día siguiente para comer juntos alrededor de tan magnífico Árbol. Con el primer trinar de los pajarillos Andreita y Lucinda despertaron comenzando a llamar a todo el mundo anunciando la llegada de la Navidad, todos juntos se reunieron ante unas grandes mesas e hicieron unas grandes hogueras donde asarian carne y verduras. Cantando y bailando comían y bebían aldeanos y seres mágicos, hasta los animales se reunieron con ellos para celebrar la Navidad. Casi sin darse cuenta el día fue apagándose y unos farolillos se dispusieron a alumbrar la fiesta, rojos, amarillos, azules, rosas de multitudes de colores… en lo más álgido de la fiesta estaban cuando a lo lejos oyeron. ¡Ho, ho, ho! Y unas campanillas o cascabeles, todos miraron hacia arriba y vieron reflejado en la luna al gran trineo de Papa Noel que descendía hasta el claro del bosque con un saco lleno de regalos para aldeanos y seres mágicos. La chiquillería del bosque se reunió alrededor de el, mientras Papa Noel repetía una y otra vez-¡tranquilos, tranquilos, que hay para todos, ho, ho, ho…!-.
Y así acabo un año más entre risas y juegos el día mas especial del año La Navidad donde Andreita y Lucinta estaban felices ante lo conseguido que no era otra cosa que la Paz y Armonía entre los habitantes del bosque, y donde todos se dieron cuenta que lo más importante de todo y el mejor regalo de la Navidad era; LA AMISTAD Y PASARLO EN FAMILIA.
¡FELIZ NAVIDAD!Jose Manuel Angulo








de San Jorge, forjada en Oriente y difundida en Occidente de forma amplia a raíz de las Cruzadas, aúna la descripción del martirio del santo y el mito pagano de la victoria sobre el dragón, cristianizado a su vez por las fuentes medievales. La versión más antigua de la pasión del mártir es la de Pasícrates, tachada de extravagante por la Iglesia. Incluye sin embargo un dato de importancia: el martirio de San Jorge tuvo lugar el octavo día antes de las calendas de mayo a la hora sexta; es decir el 23 de abril al mediodía.
La Iglesia prefirió las denominadas Actas Griegas de San Jorge, conservadas en la edición de Lipomano y Surio, según un manuscrito vaticano en latín. No obstante la popularización de San Jorge vino definitivamente con la difusión de La Leyenda Dorada de Santiago de La Vorágine en el siglo XIII.
tuvo lugar en el año 1096 en las cercanías de Huesca. El ejército aragonés asediaba la ciudad, dirigido por el rey Sancho Ramírez, desde el campamento establecido en el cerro de San Jorge. El combate queda trabado cuando llegan las tropas musulmanas desde Zaragoza y en él pierde la vida el rey Sancho Ramírez. La tradición asegura la aparición de San Jorge en la batalla, ganada por los cristianos. Huesca se rindió a continuación al rey Pedro I:
quedó ligado a la figura de San Jorge a raíz de la tradición de la aparición del santo caballero en la batalla de Alcoraz. Alusiva a este episodio es la divisa de la cruz de San Jorge (cruz roja sobre fondo blanco) y las cuatro cabezas de moros. La divisa, convertida en la de Aragón, será citada en las Ordinaciones de Pedro IV el Ceremonioso, rey devoto de San Jorge.